dimarts, 8 de desembre del 2009

FRAGMENTO DE UNA CONVERSACIÓN CON J. SMITH


No sé si se debe a la ingesta de amanitas muscarias, o a que me puse hasta el culo de comer tofu mezclado con sake caliente. Mi amigo Takashi tiene la prudencia de invitarme a Tokio cada vez que siento náuseas de estar en mi país -si es que existe un país de alguien, claro-. Estaba hastiado de diseñar sanitarios para ciudadanos que piensan que sus heces ya no son como las de antes. Ya no podía más y decidí visitar a mi amigo para desaparecer una temporada. Ansiaba encontrarme de nuevo con un mundo envuelto de quimonos, tabis y biombos de shoji.

Tsukiko y yo siempre habíamos tenido la tentación de revolcarnos en un cabin-hotel situado en un tugurio cercano a la calle 69, con claras ambientaciones cinematográficas; esta vez nos inclinamos por "sopa de ganso" de los hermanos Marx. Mi punto de inflexión y de conciencia rozaba el coma etílico y, el de mi apuesta amante, tres cuartos de los mismo; eso sí, el de ella producido por las sustancias alucinógenas que contenían las setas.
Entre tanto movimiento convulso y después de expresiones corporales zigzagueantes, di de bruces contra un pavimento repleto de panfletos, diarios y revistas que precisamente no convidaban a la lascivia. Entre ellos un titular que más que categorizar, propinaba un buen varapalo a todos los aforismos aparecidos en las páginas de contactos de la prensa nipona: " la Arquitectura es un Arte Visual". La noticia continuaba urdiendo toda clase de argucias propinadas por la liturgia de un célebre arquitecto checo llamado J. Smith y, de cuyo nombre y procedencia, aún sigo dudando. La lucidez del momento me propinó una aceleración rápida de exabruptos impropios de un diseñador de sanitarios de recocida talla y reputación, pero lo primero que se me ocurrió fue: ¡Será gilipollas ese puto checo anglosajón con cara de obstrucción intestinal! ".
Lo reconozco, ese tal J. Smith me volvió a poner cachondo, y su cara aún más. Acompañé a Tsukiko a su casa y prometí no beber más por aquella noche puesto que mañana me disponía a visitar el congreso ese de mentecatos para hablar cara a cara con ese aprendiz, o, simulacro de arquitecto, que contemplaba los peep shows como los cuadros de E. Hopper.
El cambio del sake caliente por el café aceleró las partículas de mi enjuto y cochambroso cerebro, tarea imprescindible para localizar al codiciado personaje una vez el tren bala me dejó en la misma puerta del auditorio. Decidí no andarme con rodeos increpándole de manera decidida.

- Hola, soy Thomas Cock, diseñador de piezas y elementos sanitarios, me gustaría charlar con usted acerca de algunas afirmaciones aparecidas en el Tokyo Shimbune de ayer.
- Bien, buenos días, encantado de hablar con usted, Sr..................¿Cock?
- La verdad es que me parece deleznable que suelte este panegírico en una conferencia dónde asisten jóvenes universitarios. - Y continué - En plena época de crisis, tanto cultural como de los sistemas económicos establecidos, soltar este tipo de improperios me parece más propio de un telepredicador que de un arquitecto de reconocida fama mundial.


J. Smith me miró impasible, impertérrito y me respondió con una locuacidad voraz:

- Diga lo que diga usted, des de la época de Alberti ha "desaparecido" la arquitectura. Estaría dispuesto a admitir que solo con algunas excepciones.

Después de la resaca de ayer pensé en saltarle directamente a la yugular, pero finalmente opté por entrar al trapo; y yo, ignorante de mí, que creía haberme desprendido ya de esas afirmaciones atávicas, anacrónicas y un tanto casposas. Además me pregunto: ¿Qué coño tiene que ver la arquitectura visual de los órdenes que aparecen en los tratados de Serlio, Vitrubio y Alberti con el concepto de belleza de nuestros días? , ¿Cómo es posible considerar la estética una finalidad y no una consecuencia?
En fin, no haberse enfrentado con la cruda realidad tiene esas cosas. Hay arquitectos que aún piensan que los ciudadanos prefieren pasear por la calle gozando de la armonía y la proporción de la estética superficial de sus fachadas, que vivir hacinados como pollos de granja. Y continué:

- Eso de arte y arquitectura es una pura coincidencia, como la suegra o la horma del zapato. Relacionar arte con arquitectura es no tener ni zorra idea de lo que llevas entre manos, y mucho menos sin entender todo aquello que dice Alberti sobre el orden y la regla de la Arquitectura (curiosamente y, después de unos cuantos años, también lo repite E. Souto Moura). Regla y orden, entendidas como ciencia que coloca los objetos en el espacio que les corresponde. Un espacio generado por el vacío producido por el hombre, que es el único que establece relaciones de escala y proporción entre las partes. En fin, una arquitectura que sólo existe si el ocupante es capaz de percibir todas sus innumerables conexiones que se extienden entre percepciones psicológicas, necesidades funcionales y abstracciones emocionales.
Además, –añadí- la belleza de la arquitectura trasciende de lo "visual", es más, se encuentra a medio camino entre el orden y la complejidad. Del mismo modo que no valoramos las ventajas de la seguridad sin una sensación de peligro, sólo ante un edificio que filtree con la confusión captaremos la dimensión de la deuda que tenemos los arquitectos con nuestra capacidad de poner orden.


Seguí con otra afirmación pero quizás de un modo más bien escatológico que, dada mi profesión, me pareció de lo más elocuente.

- ¿Piensa usted Sr. Smith, que una persona con ganas de cagar se pasa todo el tiempo gozando del lindo diseño de lavabo de Corian, en lugar de sentarse en la taza de váter diseñada para tal efecto?

Quería seguir hablando de la relación de la arquitectura del barrio luso del Chiado con la Peste, pero el ínclito profesor, se volvió para saludar a otro visionario de su etnia cultural trasvertida, emplazándome a la hora del té para seguir hablando del tema................................
Luego pensé que con sus problemas de estreñimiento seguramente no le había sentado demasiado bien la afirmación.

La verdad, es que no tenía ganas de seguir hablando con este soberano capullo y, después de pensarlo bien, dejé en el Bar y a su atención, esta nota:

"Estimado Sr. Smith, la arquitectura que consideramos bella, en cambio, es obra de esos excepcionales arquitectos que poseen la humildad de interrogarse adecuadamente acerca de sus deseos, y la tenacidad de traducir sus percepciones fugaces de alegría en proyectos lógicos; una combinación que los capacita para crear entornos que satisfacen necesidades que ni siquiera éramos conscientes de tener.¿Arte visual?, y una mierda.............................

Respetuosos saludos,


T. Cock"

3 comentaris:

  1. Qué noches las de Tokio, Manel... Dar ahora con tus palabras ha sido zamparme la madalena proustinana, empapada en sake, caro... Contando el tiempo por gin-tónics, desnudábamos la noche de sus horas y éramos así eternos... hasta que te vencían las súplicas de Tsukiko y nos separábamos para lanzarnos a los brazos de otro tipo de ebriedad...

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  2. Espectacular...vull més... Sou uns cabrons, com podeu escriure tan bé?. M'hauré de fer al final un canvi de sexe o què?

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