La coña marinera es que tal prodigio viene de la mano de los autores del "menos luz, menos Navidad, menos Barcelona" del año pasado. Los mismos. Porque a alguien se le ocurrió cómo contaminar la mitad: pues apagando la mitad de las luces. Las primeras Navidades de la crisis (estas ya son las segundas) , y a oscuras. Ya puestos, hubieran podido regalarnos cúters para cortarnos las venas, pero en su lugar nos dejaron algo mejor: unos árboles de Navidad a pedales que nos costaron una millonada. Y como a nadie le daba por meterse a emular a Induráin o Lance Armstrong, acabaron conectándolos a un generador. Impresionante. Temo que quien no esté al tanto de las peculiaridades del día a día barcelonés se tome esto como un relato del absurdo (que lo es), pero no: de ficción no tiene nada... Bien está enmendar errores, pero regodearse con cartelitos como éstos me pone de mala leche. Si me dedico a meter el dedo en ojo ajeno, a la que me aburra y me dedique a otros menesteres no es razonable que me pida una medalla por mi contribución al cese del dolor ocular. Pero es lo que dicen de la política: el arte de aplicar soluciones erróneas a problemas inexistentes. Así andamos.
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