En una reciente y ficticia estancia en Japón, estuve localizando exteriores para la primera incursión de Enric Serra en Hollywood (una superproducción donde Sharon Stone y Susan Sarandon encarnarán a Zipi y Zape, y es que o se le daba un aire feminista a la cosa, travistiendo a los gemelos, o el Ministerio de Igualdad no soltaba un euro).
Agobiado por el mundo del celuloide, harto de sushi no moriwase y taja perdido por abuso del sake, decidí darme un respiro y buscar alguna actividad relacionada con mi antiguo empleo. Así que, tras consultar la Guía del Ocio de Tokio, reservé plaza para una master-class destinada a aprendices de arquitecto. La oficiaba el afamado arquitecto checo John Smith, un señor así como muy leído que va y les suelta a los chavales que "la Arquitectura es un Arte Visual". Dio pruebas: "todos los grandes arquitectos que han existido, de Vitrubio a Le Corbusier, así lo pensaban". Para cagarse: según el checo, la Arquitectura queda reducida al nivel de la papiroflexia y el macramé, merecedora, como mucho, de una entrada en la extinta "Enciclopedia Salvat de la Mujer".
Vamos a ver. Sí, la Arquitectura goza de un componente visual, al igual que un bocadillo de chorizo: ante un embutido que cada día huele menos a embutido, casi que el primer estímulo que le llega a uno es el visual. Pero... ¿se le ocurriría a alguien soltar que la gastronomía es un arte visual?
No creo en una Arquitectura con el acento puesto en lo visual. Es relegar al arquitecto al papel de decorador, en el mal sentido de la palabra (suponiendo que lo haya uno bueno, claro). Es no entender una mierda de qué es lo que nos jugamos. Es una prueba de que si así nos va, es que igual nos lo hemos ganado a pulso, soltando chorradas como ésta.
La Arquitectura, como tantas otras actividades, es una cosa mental. Una operación intelectual muy compleja donde el arquitecto ha de tratar de dar una respuesta unitaria y feliz a:
- la resolución de un programa,
- la satisfacción de los deseos del cliente,
- las soluciones constructivas que garanticen el confort adecuado,
- la racionalidad de la propuesta en términos económicos y de ejecución,
- el encaje de todo ello en la construcción de un pedazo más de ciudad, de una ciudad mejor,
- la dirección de todos los agentes que intervienen en el proceso.
Hablar entonces de "Arte Visual", ¿no es tratar de convertir la anécdota en categoría? (Y de la coletilla "Arte", ya hablaremos, que manda huevos...) Parte del problema, se debe al hincapié que se ha hecho en entender la Arquitectura en términos de "espacio", obviando así la potencia de la Arquitectura como generadora de "lugares". Y es que en el "lugar" encontramos también la pura geometría, la visibilidad de la cosa; pero a la vez se halla presente la marca de la memoria y del hecho cultural. Habrá segunda parte.
Agobiado por el mundo del celuloide, harto de sushi no moriwase y taja perdido por abuso del sake, decidí darme un respiro y buscar alguna actividad relacionada con mi antiguo empleo. Así que, tras consultar la Guía del Ocio de Tokio, reservé plaza para una master-class destinada a aprendices de arquitecto. La oficiaba el afamado arquitecto checo John Smith, un señor así como muy leído que va y les suelta a los chavales que "la Arquitectura es un Arte Visual". Dio pruebas: "todos los grandes arquitectos que han existido, de Vitrubio a Le Corbusier, así lo pensaban". Para cagarse: según el checo, la Arquitectura queda reducida al nivel de la papiroflexia y el macramé, merecedora, como mucho, de una entrada en la extinta "Enciclopedia Salvat de la Mujer".
Vamos a ver. Sí, la Arquitectura goza de un componente visual, al igual que un bocadillo de chorizo: ante un embutido que cada día huele menos a embutido, casi que el primer estímulo que le llega a uno es el visual. Pero... ¿se le ocurriría a alguien soltar que la gastronomía es un arte visual?
No creo en una Arquitectura con el acento puesto en lo visual. Es relegar al arquitecto al papel de decorador, en el mal sentido de la palabra (suponiendo que lo haya uno bueno, claro). Es no entender una mierda de qué es lo que nos jugamos. Es una prueba de que si así nos va, es que igual nos lo hemos ganado a pulso, soltando chorradas como ésta.
La Arquitectura, como tantas otras actividades, es una cosa mental. Una operación intelectual muy compleja donde el arquitecto ha de tratar de dar una respuesta unitaria y feliz a:
- la resolución de un programa,
- la satisfacción de los deseos del cliente,
- las soluciones constructivas que garanticen el confort adecuado,
- la racionalidad de la propuesta en términos económicos y de ejecución,
- el encaje de todo ello en la construcción de un pedazo más de ciudad, de una ciudad mejor,
- la dirección de todos los agentes que intervienen en el proceso.
Hablar entonces de "Arte Visual", ¿no es tratar de convertir la anécdota en categoría? (Y de la coletilla "Arte", ya hablaremos, que manda huevos...) Parte del problema, se debe al hincapié que se ha hecho en entender la Arquitectura en términos de "espacio", obviando así la potencia de la Arquitectura como generadora de "lugares". Y es que en el "lugar" encontramos también la pura geometría, la visibilidad de la cosa; pero a la vez se halla presente la marca de la memoria y del hecho cultural. Habrá segunda parte.
Carai!, veig que comencem a entrar en materia i a dir les coses pel seu nom. Aquesta entrada de ben segur mereix un comentari mes llarg, i potser el tindrà.
ResponEliminaQuan parles de l'arquitecte-macrame em ve al cap l'edifici de les autopistes a la Gala Placídia
I és que un dia ens trobarem que la LOE de turno limitarà el paper del arquitecte a escollir el pantone de la façana i ens extranyarem, però realment estem fent esforços per a conseguir-ho.
A algú se li pot ennuvolar la vista mal llegint a algú altre que cita a Riegl, però crec poc en la inocència. Més aviat, em semmbla que el paper i potencial de l'arquitecte com generador de llocs i de ciutat interessa molt poc.