Pero en esta entrada no voy a mirar al plato. De niño, una profesora nos contó que un arquitecto es un tipo que cuando anda mira al cielo. Supongo que a lo que se refería es que un arquitecto no sólo ve, sino que mira. Tiene un ojo con intención, y además se trata de un ojo muy cotilla. Creo que esto es aplicable a cualquier colectivo que se dedique a construir sueños con material de la vida misma: fotógrafos, escritores, pintores... y médicos, cocineros...
Pues levanto así la vista...
Entre el plato de crispy nooodles y el sol devastador se interpone una macla de toldos enrollables. Elementos humildes y del montón, sin ninguna gracia... hasta que se repiten con demasiada profusión, se yuxtaponen unos con otros y levantan sus faldas para enseñar las bragas hasta media calle. De la construcción a la arquitectura hay este pequeño e intangible paso. Y el arquitecto sólo se ha requerido para zamparse los fideos.
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