Cuando cae el sol el puente es un ir y venir de campesinos que van o vuelven de los campos. Las sempiternas brumas de los paisajes y paisajistas chinos han dejado paso a una luz preciosa. Los bancos están vacíos, nadie espera, quizá es el único rincón en China sin viejecitos matando las horas en grupo. Los turistas chinos se fueron, los trajeron en autocar y ya se los llevaron, aquí sólo hay un puente para ser visto, el resto es demasiado pobre. Turistas occidentales no hay, los dejamos atrás hace días cuando sustituimos el inglés por la imaginación, los gestos y dibujos de signos imposibles. Nosotros nos resistimos a irnos, porque la luz es bellísima, el paisaje y los colores deliciosos, y porque a pesar de llevar dos dias en el pueblo, al parecer algo inconcebible, hemos tenido que pagar la entrada (el peaje de los turistas). Porque a algún dirigente local del partido se le ocurrió que la mejor manera de sacar provecho de los últimos reductos de pintoresquismo chino era poner un peaje -sólo para no residentes- en la entrada (lo raro es que no se le ocurra a ningún dirigente local de los nuestros, en la ramblas p.e.). Y así la plaza y mercado del pueblo se ha convertido en un parking gratuito de autocares, demasiado grandes para tan poca plaza, y en el puente ya no queda nadie, quizás viejitos y famílias se cansaron de ser observados cual rareza de feria por la gente de ciudad, quizás los turistas, o el dirigente local, no lo consideran apropiado, al fin y al cabo pagaron 40 yuanes para ver un puente, no campesinos transportando estiércol.
Ficha técnica: puente, altar y lugar de reunión. arquitectura anónima, s.XVI.
Un puente, deberia ser un ejercicio obligatorio en las escuelas de arquitectura.
Preciosa postal de una China que se desvanece.
Imaginad un plato tan delicioso que en lugar que alguien se lo coma, lo barnizan para meterlo en un escaparte y así lo pueda ver todo el mundo.
ResponEliminaA mí, es la sensación que me produce la arquitectura cuando pasa a ser pura contemplación. O se le cambia el uso, o dinamita.
Sí, es verdad es cursi. Formaba parte de la ironia: el turista cursi, todos los turistas lo somos, los "viajeros" más, se convierte en arquitecto triste.
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